martes, 22 de mayo de 2012

¿QUE REPRESENTABA PARA LOS MEXICAS EL TEMPLO MAYOR?


                                                                                     En una isla del gran lago estaban asentados los señores nobles: un hombre y una señora gobernante, Petchimaltzin. Estaban asentados allí donde se yerguen seis casas. Estaban asentados allí donde hay un templo principal dedicado a Uno Carrizo Agua Brotante. De allí partió un gran sacerdote. Partió en una canoa, remó hacia la orilla y se dirigió rumbo a una cueva del Gran cerro que se Tuerce. Allá en la cueva estaba nuestro señor Huitzilopochitli. Allá tenía su altar entre las ramas. Allá habló, habló abundantemente, habló sobre la necesidad de ponerse en camino, sobre la necesidad de marcharse, sobre la necesidad de buscar otro lugar para la morada”.

Es este mismo sacerdote, quien, después que Huitzilopochtli le comunica su mandato, sale de las entrañas de una cueva-santuario, la cual forma parte de un gran cerro y les informa la orden divina de buscar una nueva morada:

“y así partieron matlatzincas, partieron tecpanecas, chichimecas y malinalcas; partieron cuitlahuacas, xochimilcas y chalcas y partieron también los huexotzincas”.








En la relación de ChimalpainCuauhtlehuanitzin, se sitúa la fecha de partida en el Año 1 Técpatl, equivalente a la fecha 1064 d.C., señalándose ahí, al igual que las otras fuentes citadas, que es de un lugar llamado Chicomóztoc, -gruta que consta de siete cuevas según se deduce de su toponimia- el punto de partida de la migración de las tribus nahuas. Respecto al mismo evento suscrito en el Códice Boturini, que recientemente comenté, se dice en el relato de Chimalpain, que por primera vez se les revela el Tetzáhuitl, es decir el asombroso o extraordinario Huitzilopochtli, de quien se menciona que solamente pudieron oírlo pero no verlo. Los aztecas traían consigo una representación de Huitzilopochtli y, que en cierto momento esta deidad se introduce en esta figura, receptora de lo divino –suponemos hecha probablemente de piedra, madera o copal- y es cuando esta divinidad llama al supremo sacerdote de los aztecas, IztacMixcohuatzin y escucha una voz que le ordena:

“!Ven IztacMixcohuatzin¡ Ahora es ciertamente necesario, mucho muy necesario que te ordene que vayas luego a poner orden a las cosas, tal como vayan a estar, como vayan a ocurrir; y asimismo, que te encargues de conducir a los muchos azteca que partirán contigo, y que son todos aquellos de los siete calpolli, las más robustas, esforzadas y grandes personas, como son la mayor parte de los muchos macehuales. Y la razón de esto es partiremos ahora, que nos iremos extendiendo, que nos iremos asentando y conquistando a otros; iremos conquistando por todas partes del mundo a los macehuales que ya están asentados”.

Chimalpain, considera a estos grupos como chichimecas teocolhuaque. Más adelante en el relato, se menciona que en un lugar llamado Teocolhuacan, “Donde Radican Nuestros Ancestros”, no lejos de la mítica ciudad lacustre de Aztlán, la tierra de las garzas o de la blancura (¿acaso, una retroproyección de Tenochtitlan como motivo de refundación del pasado?) llevan a cabo un cónclave varios tribus nahuas, es ahí en este lugar, que deciden separarse.

Esta ruptura es señalada por un hecho inusitado. La tribu de los aztecas arriban a un paraje en el que se encuentran con otros grupos, colocan en un altar o momoztli a su dios Huitzilopochtli y, en el instante que se disponen a tomar sus bastimentos, un robusto y majestuoso ahuehuete, cruje sus maderas y se parte en dos, estremeciendo y quedándose atónitos los macehuales al quebrase tan corpulento árbol:

“Aquí en éste fue cuando arribaron los azteca al pie del gran árbol. Y cuando aquellos teomamaque, el de nombre Cuahcóhuatl y el de nombre Apanécatl y el nombre Tezcacohuácatl y la de nombre Chimalma, llegaron al pie del árbol, enseguida tomaron asiento donde esta el corpulento árbol; luego, enseguida tomaron asiento en donde está el corpulento árbol; luego allí en su base, colocaron su momoztli de tierra en el que asentaron al diablo Huitzilopochtli. Cuando lo asentaron, enseguida tomaron sus bastimentos; y estaban a punto de comer los aztecas cuando de pronto se quebró sobre ellos el gran árbol. Y al punto abandonaron lo que iban a comer; durante muchísimo tiempo permanecieron cabizbajos los azteca, pero enseguida los llamó el diablo, (sic.) les dijo Huizilopochtli: <Despidan a las ocho poblaciones que los acompañan, a los colhuaque. Díganles que no iremos a donde habríamos de ir, de aquí nos volveremos>."

No es fortuito que sea un ahuehete el centro de la historia, estos árboles duran miles de años y para su sostenimiento requieren de grandes consumos de agua, el que de un momento a otro se quiebre, adquiere de inmediato el carácter de una manifestación de lo divino que requiere ser leído con atención. El ahuehuete (según Francisco J. Santamaría: palabra compuesta de Atl, agua y huehue viejo) por su poderoso y majestuoso tronco, su longevidad y crecimiento, es señal de la existencia de cuantiosos manantiales, y siendo el agua un elemento de culto y al considerar este árbol como instrumento de Huitzilopochtli, lo hacen, por estas razones, un árbol sagrado, capaz de convertirse en mensajero de lo divino. Hasta la fecha en Xochimilco, cuando uno de estos gigantescos árboles, se ha conservado, es motivo de una gran veneración y es tan importante como un templo religioso, tal y cómo sucede con el legendario ahuehuete, situado enfrente de la capilla dedicada al Santo Patrono San Juan, en la plaza y barrio del mismo nombre.

Entonces, si en el relato mítico, se da el testimonio de que este portentoso sabino se quiebra, los aztecas comprendieron que algo grave y trascendente iba a suceder con su destino como grupo. El árbol roto marca la división de una alianza tribal y el principio de un largo y penoso éxodo. Este ahuehuete, es decir el Viejo Árbol de Agua, se convierte en un testigo vegetal de la crónica indiana.

Este acontecimiento extraordinario, acontece en el año 5 técpatl (1068 d.C.), a partir de este quiebre, cada una de las poblaciones ahí reunidas, tomará su propia ruta. En el lapso que tomará varios cientos de años, sucesivos pueblos de origen nahua arribarán a las cuencas y valles del centro de la actual República Mexicana. Se menciona en las diversas fuentes de la historia prehispánica, que después de batallar contra los grupos ya establecidos con anterioridad en el Altiplano, en el Año 2 Calli (1325 d.C.), los mexicas por fin merecen tener su propia tierra.

Si los mexicas son el último de los grupos colhuas-chichimecas en conquistar su residencia en el Valle de Anáhuac, es decir la “tierra alrededor del agua”, lugar que por su abundancia de recursos hídricos, flora y fauna, será uno de los elementos que atrajo a numerosas poblaciones para que fuera su morada.

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